Huelga de profesores en Chicago. Dossier. Micah Uetricht · Harold Meyerson · Eugene Robinson · Sam Pizzigati · ·
 
   
Huelga de profesores en Chicago. Dossier
Micah Uetricht · Harold Meyerson · Eugene Robinson · Sam Pizzigati · ·
 
23/09/12
 


 

La huelga de enseñanza de Chicago, concluida después de una semana a satisfacción, en principio, de su robusto sindicato, ha supuesto una prueba de fuerza entre sus miembros y aquellas autoridades que, tal como ponía en guardia Michael Hudson en su reciente artículo publicado en SP [La guerra de Wall Street contra las ciudades], se disponen a reducir prestaciones y derechos de los trabajadores de servicios urbanos esenciales en los Estados Unidos.  

 

 

 

Perspectivas, situación y avances

 

 

Profesores y estudiantes del sistema escolar público de Chicago volvieron a las aulas el miércoles [19 de septiembre] por la mañana después de que los delegados sindicales votasen el martes por concluir una huelga que había durado siete días. El sindicato consiguió una serie de victorias significativas, entre ellas una disposición según la cual las pruebas de puntuación de los estudiantes no contarán más de un 30% en la evaluación de los profesores, y otra que concederá los profesores mayor sueldo a cambio de jornadas y años escolares más prolongados. El contrato propuesto debería ultimarse y aprobarse en las próximas semanas. No obstante, de acuerdo con casi todas las estimaciones, en su pulso con el alcalde Rahm Emanuel [1] el sindicato aparece como claro vencedor.

 

Uno de los escollos en las negociaciones se refería las evaluaciones de los profesores y el papel que la puntuación de las pruebas de estudiantes tiene en ello. Emanuel está entre aquellos reformadores nacionales que contemplan a los sindicatos como un obstáculo para la mejora del rendimiento de los estudiantes y que subscriben la filosofía de que lo que más necesitan los distritos escolares pobres, de bajo rendimiento, son mejores profesores. Los profesores de Chicago han subrayado a lo largo de su lucha que quieren sopesar el debate de la reforma educativa y que su misión en lo que eso respecta rebasa con mucho el contrato individual.

 

Con una militancia recién movilizada, extendidas relaciones con grupos comunitarios, y gozando de la confianza de buena parte de la opinión pública, el Chicago Teachers Union (Sindicato de Profesores de Chicago) se ha situado en condiciones de desempeñar un papel de guía en los debates de la ciudad, que dispone de un sistema escolar enormemente estratificado entre colegios públicos especializados y privados bien financiados y aquellas escuelas de barrio que se caen a pedazos, en el que más del 91% de los estudiantes de colegios públicos son niños de color, más del 90% asisten a escuelas hipersegregadas, y el 82% son lo bastante pobres como para tener derecho a un almuerzo gratuito o de precio reducido. Sus esfuerzos podrían abrir camino para que los profesores de otras ciudades se organizasen del mismo modo.

 

Mientras iban saliendo los delegados sindicales de la reunión del martes por la noche, muchos declaraban estar aliviados por volver al trabajo. Los profesores se abrazaban unos a otros en el aparcamiento, y sus partidarios daban gritos mientras portaban carteles en los que se leía: “Estamos orgullosos de vosotros, CTU”. Los profesores empezaron inmediatamente a hablar de cómo traducir el impulso de la victoria en el asunto del contrato a un movimiento más amplio. Estos profesores quieren replantear el debate de la reforma educativa que se ha concentrado en el rendimiento del profesorado para pasar a encarar las barreras estructurales a los logros estudiantiles, entre las que se cuentan los recursos enormemente desiguales asignados a estudiantes pobres y estudiantes de color en los colegios públicos de todo el país. Los reformadores educativos han presentado a los sindicatos de profesores como un problema para los estudiantes de los colegios públicos urbanos; el sindicato de Chicago quiere presentarse como solución.

 

Los padres estuvieron en gran número del lado de los profesores durante la lucha. A principios de 2012 formaron una organización de apoyo, Parents 4 Teachers [Padres con los Profesores], para respaldar los contratos de los profesores y mostrar que no veían como enemigos a los maestros ni a sus sindicatos. La activa Chicago Teachers Solidarity Campaign (Campaña en solidaridad con los profesores de Chicago) movilizó a aquellos miembros de la comunidad que no eran padres en apoyo del sindicato. Grupos comunitarios como la Kenwood-Oakland Community Organization y  Grassroots Collaborative (Colaboración de base) tuvieron un papel clave en la organización de manifestaciones y reuniones públicas.  

 

Estos vínculos no son fruto de una apresurada casualidad a fin de dar una pátina de apoyo sindical desde los barrios. Se basaban en relaciones a largo plazo desarrolladas desde que el Congress of Rank and File Educators (CORE, Congreso de Educadores de Base) tomó el control de la dirección sindical en 2010 y puso de relieve en su programa su oposición al cierre de escuelas y a una usurpadora privatización mediante la apertura de nuevas escuelas autónomas (“chárter schools”), [2] —reformas impulsadas durante años por el antiguo alcalde Richard M. Daley y la anterior directora (hoy Secretaria de Educación) de los Chicago Public Schools (Colegios Públicos de Chicago), Arne Duncan—, además de recalcar las sólidas relaciones con asociaciones comunitarias y de padres. Si bien los profesores tienen limitaciones legales para hacer huelga sobre cuestiones económicas, Karen Lewis y los demás dirigentes sindicales insistieron desde el principio de las negociaciones sobre contratos en que su lucha rebasaba lo que pudiera conseguirse en este terreno.   

 

“Ese contrato sólo rige sobre una parte de aquello por lo que estamos luchando. Estamos luchando por la educación pública misma”, afirma Eric Skalinder, delegado y profesor de música de la Kelly High School de Brighton Park, un barrio pobre, mexicano en su mayoría, del sudoeste de Chicago. Skalinder mira hacia los aliados buscando un rumbo para las próximas luchas del sindicato. “Estos socios dentro de la comunidad y las alianzas de los padres son nuevos”, cuenta. “Nunca hemos estado más movilizados o unificados. Tenemos que centrarnos en combatir las privatizaciones, abogar por escuelas de barrio, todo eso”.

 

Es sobre todo el cierre de escuelas el que preocupa a delegados sindicales y organizaciones comunitarias. El alcalde Emanuel ha propuesto cerrar de 80 a 120 escuelas públicas y abrir, en cambio, 60 escuelas autónomas, lo que muchos consideran un plan no demasiado sutil para debilitar a los sindicatos de profesores e impulsar la privatización. Fuera de los locales sindicales de un distrito industrial del barrio chino en los que se reunieron los delegados, Kirstie Shanley, terapeuta ocupacional de la Walt Disney Magnet School [Escuela Especializada Walt Disney], [3] afirma que la terminación de las negociaciones sobre contratos debería conducir a un rápido desplazamiento de la movilización para luchar contra estos cierres.

 

“La comunidad, medicos, padres, profesores, a todos les hace falta saber que hay un límite”, dice Shanley. “Rahm y [Jean-Claude] Brizard [jefe de las Escuelas Públicas de Chicago] tienen que ser conscientes de que cada vez que anuncian el cierre de una escuela para convertirla en autónoma, estaremos listos para movilizarnos y contraatacar”. Afirma que existe un movimiento significativo a favor de un referéndum que exija terminar con lo que ella denomina los “abusos” de la junta escolar no electa de la ciudad.

 

Sea cual sea su próxima batalla, los 26.000 profesores parecen estar listos, tal como sugería un mensaje de aviso que circuló entre ellos el martes por la noche ya tarde:   “ALERTA CTU: Id el miércoles vestidos de rojo. Quedad en el aparcamiento antes de entrar en liza. Que vayan todos JUNTOS. Esto es el principio”.  

 

[1] Recuérdese que Rahm Emanuel fue un peso pesado de la campaña y el equipo de Obama, desempeñando el papel de Jefe de Gabinete de la Casa Blanca entre 2009 y 2010, puesto que abandonó para presentarse a la alcaldía de Chicago. Antes había sido miembro por Illinois de la Cámara de Representantes en el Congreso Federal entre 2003 y 2009.

 

[2] Las llamadas “charter schools”, punto esencial de disputa en estos conflictos, son colegios de enseñanza primaria o secundaria, semejantes a los denominados “concertados” en el Reino de España, que reciben fondos públicos (aparte de donaciones), pero pueden no atenerse a las reglamentaciones y disposiciones de los colegios públicos a cambio de comprometerse a impartir ciertas materias o conseguir determinados resultados que se fijan en sus estatutos (“charter”).  

 

[3] Las “magnet schools”, literalmente “escuelas imán”, son colegios especializados que atraen a los estudiantes del distrito interesados en las enseñanzas específicasque imparten.

 

Micah Uetricht, licenciado en sociología por la Loyola University de Chicago, es colaborador de publicaciones como In These Times, Alternet y TheNation.com.

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón


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www.ctunet.com, blog, 21 de septiembre de 2012

 

 

 

Chicago, guerra civil entre los demócratas

 

 

 

 

 

 

Se acabó la armonía del Partido Demócrata.

 

Sólo unos días después de una convención que hizo ostentación del partido como una gran familia feliz ha estallado la guerra civil en Chicago entre alas dispares de los demócratas.

 

Rahm Emanuel, imprevisible alcalde, bien poco amigo de los sindicatos, y puntal nacional del Partido Demócrata, y la sección local, casi igual de imprevisible, de la American Federation of Teachers (AFT, Federación Norteamericana de Profesores), otro puntal del Partido Demócrata a escala nacional, están enfrentados por el futuro de las escuelas y profesores de Chicago. La huelga escolar que comenzó el lunes [10 de septiembre] debería ser un toque de atención en la noche para los demócratas por doquier.

 

En juego se encuentran en este conflicto no solo el futuro de la reforma educativa sino también el papel de los sindicatos en el seno del Partido, y por extensión, del país. El transparente deseo de Emanuel de reducir el papel del sindicato de profesores en los colegios de la ciudad no tiene casi nada de original. Lo comparten otros alcaldes demócratas, como Antonio Villaraigosa, de Los Ángeles. Hay incluso otras ciudades bien demócratas, como San José, en California, que han reducido las prestaciones de las pensiones de sus empleados. Lo que se está cocinando es una batalla entre la gerencia del Partido Demócrata (alcaldes sobre todo, respaldada por una parte significativa de la opinión pública. Si hay una hipótesis en la que puedan salir todos ganando, el partido y sus públicos harían bien en encontrarla.

 

Que salgan todos ganando, sin embargo, no parece el tipo de solución a la que se inclina un alcalde de Chicago que no hace prisioneros. Para dirigir las escuelas de la ciudad, Emanuel contrató a Jean-Claude Brizard, jefe escolar de Rochester, Nueva York, donde se ganó un voto de censura del 95% de los profesores de la ciudad. Tras tomar posesión de su cargo, Emanuel canceló los aumentos de sueldo previstos para los profesores y maniobró para prolongar la jornada escolar en un 20%. La jornada escolar de Chicago, una de las más cortas del país con seis horas, debería sin duda alargarse, pero imponer este cambio sin discutirlo con los profesores y sin un aumento proporcional en su sueldo o prestaciones, representaba la esencia de una gestión autocrática.

 

Los profesores de Chicago podrían también haber sacado la conclusión de que se la tenían jurada cuando la asamblea legislativa del Estado aprobó una ley que exigía que los profesores, y solo a los profesores, un umbral de un 75% en cualquier votación sindical para autorizar una huelga. La falta de respeto y la irrisión suelen engendrar una reacción violenta, y Chicago no fue la excepción a esta regla: la sección local eligió a una dirección más militante, y cuando llegó el momento de votar por la huelga, más del 90% de los profesores de la ciudad votaron a favor.

 

Si hubiera un argumento contundente en favor del tipo de reformas escolares que están promoviendo Emanuel y sus muchos aliados, entonces podría tener algún peso su jugada de llevarse por delante a los sindicatos de maestros. A buen seguro, habrá algunos profesores horribles imposibles de mejorar que no deberían seguir en sus supuestos en virtud de un contrato. Pero no hay ninguna evidencia de que los resultados de enseñanza y educación en las escuelas públicas autónomas (“charter schools”)  carentes de sindicatos, o en estados en los que los profesores no pueden recurrir a la negociación colectiva, sean en algo mejores de lo que son en bastiones de fuerza sindical. En California, las escuelas de secundaria e institutos públicos autónomos tienen una alucinante tasa de un 50% de substituciones, un indicador en bruto, de acuerdo, pero que sugiere no todo va bien en las mismas escuelas que muchos reformadores insisten que son la solución a nuestros problemas.

 

Dicho esto, hay distritos escolares y escuelas públicas autónomas en los que no se contraponen reforma educativa y sindicatos, en las que, en realidad, cada una refuerza a la otra. En New Haven, Connecticut, el contrato entre el distrito escolar y la sección local de la AFT exige una rigurosa evaluación de los profesores, pero se trata de un proceso que entraña un seguimiento y tutoría regular de las clases por parte de administradores y antiguos profesores, así como pruebas de evaluación. En Nueva York, la sección local de la AFT tiene un contrato con un operador de escuelas públicas autónomas, Green Dot Public Schools, por el que evalúa a los profesores tanto como en New Haven; los maestros se implican en el proceso de contratación de sus colegas; y los administradores pueden despedir a un profesor por causa justificada, con un proceso de apelación que queda fijado en un máximo de 90 días. La presidenta de la AFT, Randi Weingarten, promociona estos contratos como prueba del compromiso de reforma de su sindicato, aun cuando ponga por las nubes la nueva página en red de desarrollo profesional de su sindicato, www.sharemylesson.com, como indicación del compromiso de la AFT de elevar la categoría de la enseñanza.

 

 

No es, por desgracia, el método de Chicago. Allí el alcalde dejó desde un principio claro que no tenía interés en trabajar con los profesores, y los profesores reaccionaron como parte enojada y agraviada. Si esta guerra dentro del Partido Demócrata se extiende más allá de Chicago, no augura nada bueno para el futuro de la educación ni del Partido. Si los demócratas insisten en cometer un suicidio, el método Emanuel de reventar sindicatos parece una ocasión estupenda para empezar.

 

Harold Meyerson, columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista TheAtlantic Monthlycomo uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, "uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación" (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón


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The Washington Post, 12 de septiembre de 2012

 

 

 

 

En defensa del profesorado

 

 

 

 

 

 

Los profesores son héroes, no villanos, y ya es hora de dejar de demonizarlos.

 

Se ha puesto de moda culpar de todos los múltiples pecados y maldades de la sociedad a los “sindicatos de profesores”, como si fuera posible separar estas organizaciones supuestamente malvadas de los entregados servidores públicos que pertenecen a las mismas. Noticia de última hora: el problema no es la negociación colectiva y dejarles a los profesores sin ella no va a arreglar los colegios.  

 

Es cierto que los profesores de Chicago se han cerrado en banda a las exigencias de “reforma” del alcalde Rahm Emanuel, algunas de las cuales son razonables. También yo me plantaría si me estuvieran sermoneando todo el santo día los cruzados santurrones cuyo conocimiento de la crisis escolar de las zonas marginales proviene de una película de Hollywood.

 

Los problemas que afligen a la educación pública van bastante más allá de lo que George W. Bush llamó, de modo memorable, “la suave intolerancia de las bajas expectativas”. Van más allá de cualquier grado de esclerosis institucional que pueda atribuirse a la permanencia en el puesto, más allá de los inevitables caso de quienes se queman, más allá del hecho de que en algunas jurisdicciones los maestros ganan en realidad la mitad de lo que son salarios decentes.

 

El hecho es que a los profesores se les está cargando con expectativas absurdamente altas. Algunos estudios han mostrado la correlación entre el rendimiento de los estudiantes y la “efectividad” de los profesores, dependiendo de cómo se mida tan esquiva cualidad. Pero hay todo un cuerpo de literatura académica que demuestra una correlación más fuerte entre rendimiento estudiantil y una variable mucho más importante: los ingresos familiares.  

 

Sí, estoy hablando de pobreza. Siento ser tan inoportuno, pero cuando los maestros señalan la relación entre ingresos y logros, no están eludiendo su responsabilidad. Se limitan a manifestar una verdad incómoda.

 

De acuerdo con las cifras recopiladas por el College Board (Junta Escolar), los estudiantes de aquellas familias que ganan menos de 200.000 dólares alcanzan resultados 300 puntos más altos, de media, en los SAT [Scholastic Aptitude Test, pruebas de aptitud para entrar en la mayor parte de las universidades] que los estudiantes de familias que ganan menos de 20.000 dólares al año. Existe, de hecho, una clara relación a lo largo de la escala: todo incremento de la renta familiar se traduce en más puntos en las pruebas.

 

Sean Reardon, del Center for Education Policy Analysis, de la Universidad de Stanford, concluía en un estudio reciente que la brecha entre los logros de los estudiantes de altos y bajos ingresos está, en realidad, haciéndose más grande. No queda claro por qué podría estar sucediendo esto; tal vez se deba al aumento de la desigualdad de renta, tal vez la relación entre ingresos y logros se ha vuelto más fuerte de algún modo, tal vez haya otra razón. 

 

Cualquiera que sea la causa, la respuesta de nuestra sociedad parece consistir en decir: leña a los maestros.

 

El movimiento de “reforma” de brie-y-chablis querría hacernos creer que la mayoría de los profesores de colegios de bajos ingresos y bajo rendimiento son incompetentes, y por extensión, que la mayoría de los maestros de escuelas de alto copete, en los que los estudiantes rinden bien, son un dechado de virtudes pedagógicas.

 

Pero algunos de los profesores más entregados y talentosos que he conocido trabajaban en escuelas “fallidas” de zonas marginales. Y sí, en escuelas galardonadas con premios, en las que, como en Lake Wobegon, “todos los niños están por encima de la media”,  he conocido a algunos maestrillos sin imaginación a los que no habría que dejar acercarse a un aula.

 

Es razonable hacer responsables de su rendimiento a los profesores. Pero no es razonable — o, en último término, productivo — hacerlos responsables de cosas que están muy lejos de su control. Es justo insistir en que los profesores consideren su labor asumiendo que cualquier niño, rico o pobre, puede tener éxito. No es justo esperar que los profesores corrijan todos los desequilibrios y pongan remedio a todas las patologías que se producen como resultado del aumento de la desigualdad en nuestra sociedad.

 

Nada de esta realidad se veía en Waiting for Superman, [1] el documental de 2010 que sostenía que deberíamos “resolver” la crisis educativa estableciendo más escuelas públicas autónomas y, por supuesto, pisoteando a los sindicatos de maestros. Tampoco se verá a a finales de este mes en la película Won´t Back Down,  con Viola Davis y Maggie Gyllenhaal como protagonistas, que aboga por leyes de “gatillo para los padres” [2] destinadas a crear todavía más escuelas públicas y a impulsar más ataques a los maestros.

 

Siempre me he considerado un apóstata de la ortodoxia liberal en cuestiones de educación. No tengo objeciones fundamentales en contra de las escuelas públicas autónomas (“charter schools”), mientras tengan resultados. Creo en la centralidad y primacía de la educación pública, pero me parece inmoral decirle a los padres, en efecto: “Lo sentimos por sus hijos, pero ya arreglaremos los colegios un día de estos”.

 

Pero retratar a los profesores a guisa de villanos no ayuda a un solo niño. Ignorar las razones de la brecha educativa en este país no es forma de cerrarla. Y hay modos mejores de saber más sobre la crisis que ir al cine. Visitemos, en cambio, los colegios.

 

 

Notas del t.:

 

 

[1] El documental de Davis Guggenheim ponía al descubierto los fallos y limitaciones de la enseñanza pública y se ha utilizado como forma de propagar la idea de las “charter schools”. Guggenheim produjo Una verdad incómoda, el documental de Al Gore que ganó el Oscar en 2007, y realizó varios videos biográficos promocionales de la campaña presidencial de Obama.

 

[2] Literalmente,“parent trigger”, es el mecanismo que permite a los padres de un colegio escoger la que estimen mejor opción para reformarlo en el siguiente año escolar con sólo conseguir las firmas del 50%. Véase www.theparenttrigger.com .

 

 

 

Eugene Robinson (1955) es comentarista político de televisión y periodista desde 1980 del diario norteamericano The Washington Post, en el que desde 2005 escribe una columna de opinión por la que ganó el Premio Pulitzer en 2008 cubriendo la campaña presidencial. Afroamericano nacido en Carolina del Sur, entre sus libros se cuenta Coal to Cream: A Black Man’s Journey Beyond Color to an Affirmation of Race [De carbón a crema: el viaje de un hombre negro más allá del color hacia la afirmación de la raza] (1999) Disintegration: The Splintering of Black America [Desintegración: el astillamiento de la Norteamérica negra] (2010) y un volumen sobre Cuba Last Dance in Havana: The Final Days of Fidel and the Start of the New Cuban Revolution [Último baile en La Habana: los últimos días de Fidel y el inicio de la nueva revolución cubana] (2004)

 

 Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón


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The Washington Post, 17 de septiembre de 2012

 

 

Mano dura con los profesores:

la psicología de la desigualdad

 

 

En una sociedad en la que la riqueza y los ingresos están concentrados de forma apabullante en la cúspide, los ricos tenderán casi siempre a burlarse de los servicios públicos y de los hombres y mujeres que los prestan.

 

 

Los profesores de Chicago se manifestaron el sábado siguiente al comienzo de su huelga del 10 de Septiembre. El año pasado los legisladores estatales hicieron todo lo posible para hacer imposible una huelga de profesores en Chicago. Promulgaron una nueva ley que requería como mínimo un 75 por ciento de los profesores de la ciudad para aprobar una huelga.

¿Cómo respondieron los profesores de Chicago? En una votación temprana a principios de junio, el 92 por ciento de los profesores de la ciudad votaron y el 98 por ciento de estos profesores votaron la huelga si las negociaciones contractuales fallaran.

Este apoyo prácticamente total a la huelga que empezó la semana pasada muestra lo intensamente frustrados que han llegado a estar los profesores de la ciudad. Han estado enseñando durante años en escuelas horriblemente equipadas para dar servicio a los estudiantes de la ciudad.

La inmensa mayoría de estos estudiantes, el 87 por ciento, están clasificados de “bajos ingresos”. Muchos de ellos no tienen libros en sus casas ni un lugar tranquilo para estudiar. Algunos –más de 15.000– ni siquiera tienen casa.

Los políticos de Chicago no han hecho lo suficiente para ayudar a estos profesores para que a su vez puedan ayudar a estos estudiantes a aprender. Más de 160 escuelas de Chicago no tienen biblioteca. Para ayudar a los niños sin casa o con situaciones familiares inestables, los 350.000 estudiantes de las escuelas de Chicago disponen solamente de 370 trabajadores sociales.

Los profesores han estado constantemente reclamando más recursos. Pero los funcionarios de la enseñanza, empezando por el alcalde de Chicago Rahm Emanuel, han apostado totalmente por un programa de “reforma” que rechaza cuestiones como las clases demasiado numerosas y ayuda inadecuada al estudiante. Las escuelas no necesitan mejores recursos. Lo que necesitan, según los reformadores tipo Chicago, son mejores profesores.

Esta posición “reformadora” promueve tests estandarizados sin fin para identificar a las escuelas y los profesores “de baja calidad” que no parece que mejoren los resultados de los estudiantes. Hace ya una década que los funcionarios de Chicago están cerrando escuelas que consideran “fallidas” y reemplazándolas con escuelas concertadas privadas.

En las fiestas de los ricos se ha vuelto culturalmente predominante una cierta demonización informal de los profesores.

El jefe de la escuela de Chicago que inicialmente promovió este surgimiento de las concertadas es actualmente el Secretario de Estado de Educación y esta tendencia pro-concertadas y pro-tests se ha convertido en el espíritu de la reforma de la educación convencional de los círculos políticos de élite, tanto en el partido republicano como en el demócrata. A pesar de una manifiesta falta de evidencia de que este espíritu convencional funcione realmente para los niños.

“Si realmente queremos mejorar las escuelas”, tal como la analista Melinda Henneberger apuntó la semana pasada en el Washington Post, “deberíamos hacer lo mismo que hace Finlandia, puntera en educación: subvencionar también a las escuelas, valorar más a los profesores y no utilizar casi nunca los tests estandarizados.”

Entonces ¿por qué el espíritu de la reforma de la educación convencional –“sed duros con los profesores y los sindicatos que los protegen- encuentra tanto apoyo por parte de las élites políticas norteamericanas?

Una razón: El pensamiento convencional puede ser inconvencionalmente rentable para los ejecutivos de las corporaciones que dirigen las cadenas de escuelas concertadas que se expanden rápidamente. En épocas de campaña estos ejecutivos adoran mostrar su admiración por ellas.

Pero el apoyo al pensamiento convencional de duro-con-los-profesores va mucho más allá de las filas de los que esperan aprovecharse directamente de la privatización de las escuelas públicas. En los círculos de las fiestas de ricos, tal como la revista New Yorker señaló la semana pasada, “una cierta demonización informal de los profesores ha pasado a ser lo suficientemente predominante a nivel cultural como para convertirse en indiscutible”.

Actualmente, añade el análisis del New Yorker, los que tienen pasta hablan de reventar los sindicatos “con el mismo entusiasmo social” que normalmente se utiliza para recomendar “una nueva clase de Zumba”.

Los ricos se resienten soberanamente de tener que pagar impuestos para mantener unos servicios públicos que ellos no utilizan.

Esta dureza con los profesores se ha ido extendiendo desde hace ya unas cuantas décadas desde que Estados Unidos empezó a crecer de una forma mucho más desigual en los años 80. Esta relación no debería sorprender. Hay dos fenómenos básicos – un rico que se hace más rico y un rico volviéndose cada vez más hostil a los servicios públicos y las personas que los prestan – que siempre han ido de la mano.

Después de todo, la gente rica no utiliza demasiado los servicios públicos. No se sirven de los parques públicos o de la educación pública. Pertenecen a clubes privados y envían a sus hijos a escuelas privadas y se resienten soberanamente de tener que pagar impuestos para apoyar unos servicios públicos que no utilizan.

Estos acaudalados necesitan racionalizar este resentimiento, y vapulear a los profesores es una racionalización ideal. No tenemos que “poner dinero” en las escuelas con problemas, reza el argumento. Lo único que tenemos que hacer es buscar y despedir a todos estos pésimos profesores.

Es interesante observar que, volviendo la mirada a los Estados Unidos de los años 50, mucho más igualitarios, sí que “poníamos dinero” en las escuelas, y mucho.

En 1958, después del shock del lanzamiento del Sputnik soviético, los legisladores no se metieron con los profesores. A través de la ley de Educación para la Defensa Nacional, asignaron miles de millones a reforzar las escuelas. Media docena de años después, la ley de Educación Primaria y Secundaria aumentó significativamente los fondos para los estudiantes con bajos ingresos.

En contraste, hoy en día, en unos Estados Unidos profundamente no igualitarios, nuestras élites políticas no solamente no financian sino que vapulean. Desde el punto de vista educacional, este vapuleo no tiene sentido. “Acusar a los profesores del fracaso de las escuelas” es tan absurdo, como señala Rebecca Mead, del New Yorker, como “acusar a los médicos por las enfermedades que intentan tratar”.

Pero la mano dura tiene sentido para los ricos y en una plutocracia los ricos dirigen el debate, hasta que los demás nos levantemos y cambiemos de conversación. En Chicago, los profesores han hecho esto precisamente.


Sam Pizzigati es miembro del Institute for Policy Studies de Washington DC y editor del periódico Too Much 

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga

 

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www.toomuch.org, 15 de septiembre de 2012