Rey, elefantes y pueblos san: el pie y el excremento. Mikel Aramendi · · · · ·
 
   
Rey, elefantes y pueblos san: el pie y el excremento
Mikel Aramendi · · · · ·
 
22/04/12
 




Todos ─salvo los tontos─ sabemos que cuando el dedo señala la Luna, hay que mirar a la Luna y no al dedo... pero, cuando alguien mete en el excremento hasta el tobillo, ¿a dónde hay que mirar, a la pierna o al excremento? No son casos equiparables, evidentemente, como no sea para indicar a dónde se dirige la atención del observador…

Me refiero, huelga decirlo, a ese anciano charlatán y cascarrabias que se ha ido a cazar a África a escondidas, él sabrá con quién, y que ha vuelto con una cadera rota y con la mayor parte del escaso consentimiento que le quedaba dilapidada. Me parece que poco ha perdido ante quienes jamás le hemos tenido en especial consideración; antes bien, la anécdota sólo ha confirmado nuestro recelo. Acaso por eso mismo, porque sus nuevos asuntos de cadera, cama, dinero, corona y cuernos no me azoran especialmente, yo me he quedado mirando al excremento. En este caso el excremento es lo que está sucediendo en Botswana. Y la imagen del desdichado elefante muerto tras la fiera coronada en la fotografía no es más que una pequeña parte ─importante, pero pequeña─.

A juzgar por lo que durante estos días se ha visto y escuchado en los medios de comunicación españoles (con un nivel de conocimiento similar al de los que han ubicado a Botswana “en el centro de África”), parecería que ese país es una suerte de oasis en el desierto de ese malhadado continente. Se ha podido oír que “tiene una democracia estable”, que “el turismo y la caza son sus principales fuentes de ingresos” y piezas semejantes. Desafortunadamente, no son más que medias verdades; mentiras perversas, por tanto. Aunque para cierta gentuza de nuestro entorno no sea más que el lugar de caza más deseado del mundo, a escala mundial Botswana es conocida por causas de muy distinta naturaleza: es de los países con mayor proporción de afectados por el virus de inmunodeficiencia que provoca el sida (si no el que tiene la mayor tasa del mundo, ya que, según las últimas estadísticas, cerca del 25% del grupo de edad entre 15 y 49 años está contagiado). Las consecuencias directas e indirectas que provoca eso (el 20% de niños son huérfanos, la cantidad de personas con capacidad de trabajar se está reduciendo y se prevé que de aquí a varios años la agricultura se encuentre en una situación grave, la mayor parte de los presupuestos se gasta en combatir la epidemia, etc.) tienen relación directa con la necesidad de explotar de un modo u otro el patrimonio natural ─especialmente el río Okavango─ y convertirlo en dinero.

Sin embargo, los elefantes y el resto de grandes mamíferos no son las únicas víctimas de esta vergonzosa necesidad: los pueblos san (esos que nos resultan más conocidos con el nombre de bosquimanos), que tienen esos lugares de caza como hábitat desde hace miles de años, han sufrido durante las últimas décadas la “política de traslados” del gobierno de Gaborone. Y a pesar de que, finalmente, el Tribunal Supremo la ha declarado ilegal, la mayoría de ellos ya se encuentran encerrados en una reserva de Kalahari. Para que, a cambio de algunas monedas, los ombligos blancos como nuestro parásito puedan “cazar” sin estorbos. ¿Que vuelven a casa con algunos huesos rotos? Eso es poco.


Mikel Aramendi es periodista y comentarista político.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano

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Gara, 18 de abril de 2012