Somos ricos. Carla Casalini · · · · ·
 
   
Somos ricos
Carla Casalini · · · · ·
 
09/10/05
 

 «Somos ricos», reacciona, airado, Silvio Berlusconi a los datos de los institutos de investigación que registran un crecimiento de la pobreza, de la desigualdad en nuestro país. Berlusconi tiene razón. Su mal humor, que trasluce por su habitual rostro payasesco, alude de hecho a una doble verdad –sin contradicciones internas. 
         Es verdad que los poderes fuertes de los que forma parte el Cavaliere como propia razón social, y así, como adhesión, también sentimental, personal, han disfrutado bastante de estos años de crisis en los que los «ricos se han hecho más ricos». Y también es verdad que Italia, como Alemania y otros países europeos, siguen siendo regiones todavía muy ricas, comparadas con las zonas «pobres» del planeta –de las que los medios de comunicación ofrecen sólo imágenes lacrimosas e inarticuladas de los dramas que viven allí las mujeres y los hombres arrojados a la «modernidad» capitalista global.
        El problema, para nuestras ricas sociedades occidentales es que la «media del pollo», propuesta desde hace tiempo para calmar los ánimos, ya no rige más ni siquiera en las estadísticas, y viene a turbar las digestiones tranquilas de los bienpensantes. La tendencia mediática es, sin embargo, siempre la misma que se emplea para las plagas de los parias fuera de occidente. Se nos instruye sobre las «familias pobres», pero nada se dice de aquella pobreza cruel que no sólo tiene que ver con el tirar adelante en la pura supervivencia –que también—, sino también con cómo sufren en la pobreza mujeres y hombres, viejos y jóvenes, al verse cortados y arrojados fuera de la proclamada sociedad del «del tercer milenio», «del conocimiento», reducidos por la penuria a echar cuentas con  talentos y deseos sobre el mundo descartados por definición.
        No es un caso de «pobreza» el que mujeres y hombres de edad (más mujeres que hombres) se vean reducidos a ser considerados generalmente un «problema» en nuestros países europeos –«el país envejece»-, en vez de ser vistos como recursos de experiencia y capacidad de indivuas e individuos más que nunca «activos», que de hecho contribuyen a una manutención social que sería insostenible de otro modo. Y «los niños» entran poco en las estadísticas de los «pobres» hoy en Europa y en occidente. A destacar aquí la desinversión en el presente-futuro de sociedades estérilmente agitadas. Como en cambio se sabe, entre los «pobres» de nuestra mitad del planeta se cuentan también los «trabajadores»: la desarticulación liberal lea ha pesado duro, y también para el deseado –por muchos gobiernos europeos— «modelo americano», envidiado por el «crecimiento» exponencial de estos últimos años, llegó ayer la ducha fría:  para sorpresa de muchos economistas, aumentan en los EEUU las peticiones de subsidios de desempleo. Por lo demás, en un debate habido en Roma entre expertos de los dos lados del Atlántico, un economista made in Usa replicó provocativamente a algunos de nuestros admiradores de las tasas de «productividad» americanas: sí, parece que los trabajadores europeos son «más aficionados» a los días festivos, a reducir sus horas de trabajo, «pero las estadísticas nos dicen que su esperanza de vida es mayor: es para reflexionar, ¿no les parece?, sobre qué ‘modelo’ es el más avanzado». Y de hecho es para reflexionar sobre la actual «pobreza» de los trabajadores en una época en la que el tiempo de trabajo socialmente «necesario» está en continua disminución, mientras el sistema de las empresas y la lógica capitalista actual insiste en medirlos, y en esclavizarlos, con un «tiempo» superfluo, desde hace tiempo inesencial.
        Pero no hay reflexión alguna sobre las catástrofes y los desequilibrios sociales por parte de los «reformistas» europeos: la evidente crisis de consenso del liberalismo, por los estragos planetarios que ha producido, no provoca por ahora pensamiento ni acción algunos que nazcan de la paralela crisis de este «reformismo». La historia enseña que en todas las tempestades en las que la palabra «reformismo» ha tenido un sentido fuerte, el «reformismo» ha buscado un «giro», lo que no ha venido nunca de una forma indolora, naturaliter: pero en todas las crisis violentas del capital que se han hecho insostenibles para las clases políticas, ya sea la debacle del 29, ya las guerras mundiales, se ha replicado con largas luchas en el pensar y en el proyectar y en el realizar el «cambio».
        Hoy, desmemoriados, y a lo que parece, seguros de que no estamos todavía al borde del abismo, los campeones «reformistas» siguen impertérritos, aun perdiendo consensos, compartiendo con la derecha el acompañamiento de la forma predatoria actual del capital: así Schröder, que no sabe si ponerse de acuerdo con Merkel, dada la similitud de  sus «programas». También entre nosotros seda una análoga línea de «centrismo»: que luego sea gestionada no con Casini, sino exclusivamente por la propia Unione [alianza electoral de la izquierda y el centro-izquierda] no será un consuelo.

Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març

Carla Casalini es una especialista en problemas económico-sociales. Columnista habitual del cotidiano comunista italiano Il Manifesto.

Il Manifesto, 7 octubre 2005