El PT: ¿boca a boca o sepultura?. Guillermo Almeyra · · · · ·
 
   
El PT: ¿boca a boca o sepultura?
Guillermo Almeyra · · · · ·
 
26/09/05
 
  

Los partidos no son un fin, sino un medio, un instrumento, y no es nada terrible que si uno de éstos no sirve se le deje de lado para construir o utilizar otro, porque lo que importa es la tarea. Lo fundamental es trabajar por la emancipación de los oprimidos brasileños, con el Partido de los Trabajadores (PT) si fuese posible, o sin él, si no lo fuese. Indudablemente, el fin del PT cerraría con una derrota una larga fase que lleva ya más de 30 años, desde la resistencia a la dictadura y la creación, para ello, de la Central Unitaria de los Trabajadores (CUT) y del mismo partido. Porque éste y aquélla en su nacimiento tuvieron el carácter fundamental de órganos de centralización de las luchas sociales en un país donde nunca había existido ni una central obrera digna de ese nombre, ni un partido de masas pero, en gran parte debido a la falta de definición política e ideológica y al pragmatismo de sus direcciones, han llegado a un grado de integración al aparato estatal y de burocratización interna que pone en peligro la existencia, por lo menos, de los grupos dirigentes desde hace décadas.

Ambos, CUT y PT, forman parte de la conciencia histórica de los explotados y de la izquierda de Brasil. Ahora bien, en ningún país éstos abandonan los instrumentos que construyeron con sangre y esfuerzos durante decenios como quien se cambia de camisa. Es fácil para un intelectual cambiar de posición con relativamente pocos problemas; no lo es en cambio para los trabajadores, que necesitan sindicatos y partido para defenderse (o para esperar defenderse). Habituados a tener que hacer concesiones cotidianas y compromisos para sobrevivir, para ellos no son decisivas las concesiones al capital ni la corrupción, que sin embargo les hieren profundamente y repudian, porque quien está tratando de sobrevivir en un mar agitado se aferra a una madera podrida. Además, aunque muchos en las clases subalternas esperaban una solución desde el gobierno, muchos otros jamás tuvieron la ilusión de que otros solucionaran sus problemas si ellos mismos no tenían fuerza suficiente para tratar de resolverlos, y por eso, porque no se ilusionaron, tampoco se desilusionaron como muchos intelectuales. Por ello, malherido, el PT podría sobrevivir, sobre todo si una nueva dirección de izquierda intentara depurarlo, renovarlo y, como trató en su momento la izquierda laborista contra Blair, oponerlo a la política de "su" gobierno, aceptada por la mayoría de la dirección de la CUT y del PT; política que concilia con los intereses del imperialismo y de los grandes terratenientes y capitalistas nacionales.

Pero, ¿podrá esa izquierda conquistar el aparato partidario? En las elecciones internas del PT votaron 300 mil miembros (sobre 800 mil), lo cual demuestra que una parte importante, aunque minoritaria, del cuerpo del partido cree todavía que es posible salvarlo. Es cierto que en las elecciones votaron también los burócratas estatales (ex militantes integrados en el aparato de gobierno) que quieren salvar sus puestos, y que éstos dieron casi 41 por ciento de los votos al candidato del continuismo lulista, pero es igualmente cierto que 41 por ciento es menos que 49 por ciento.

Ahora bien, la total incapacidad de la izquierda partidaria para hacer un frente único en las primarias (49 por ciento está dividido entre seis candidaturas, cuatro de las cuales superan 10 por ciento de los votos) es de muy mal agüero, ya que quién sabe si la división será superada en la segunda vuelta a modo de permitir una dirección colegiada de la izquierda, quizás con Valter Pomar o con Raúl Pont, los más votados. Otra mala señal es que muchos en la izquierda dicen que si pierden la elección se irán del partido; es decir, se declaran vencidos de antemano, como hicieron entre las dos grandes guerras mundiales las escisiones de izquierda de los socialdemócratas europeos que dieron origen a la Internacional dos y media, la cual desapareció en poco tiempo junto con sus partidos más importantes (Partido Laborista Independiente en el Reino Unido, Partido Socialis- ta Obrero en Francia y en Alemania). Porque antes de escindirse hay que discutir un nuevo programa y explicar bien las causas de la escisión a una base de militantes que no es solamente una masa de maniobra que sigue los virajes de un grupo de dirigentes.

Queda en pie la hipótesis de que la izquierda, ahora o después, gana la dirección del PT y lo une a la izquierda social (Movimiento de los Sin Tierra, en particular) que, contrariamente a lo que creen algunos sectarios (Petras lo llamó traidor, por ejemplo) nunca dependió de Lula y tiene autoridad moral. Un PT en la oposición del gobierno no sólo salvaría el instrumento actual de los trabajadores, sino, además y al mismo tiempo, prepararía no sólo su renovación, su renacimiento (si hiciese un trabajo obrero y campesino en medio de éstos), sino también su posible remplazo mientras discute alternativas viables y creíbles (con minoría en las cámaras y en el país, y frente a las medios económicos existentes y las relaciones con el Mercado Común del Sur y el entorno regional), en vez de agitar sólo las banderas de la ética y del socialismo que, por necesarios que sean, ahora son sólo objetivos propagandísticos.

Guillermo Almeyra es un escritor y analista político argentino, afincado en México. Su último libro: La protesta social en Argentina (1990-2004), Ediciones Continente, Buenos Aires, 2004.

La Jornada 25 septiembre 2005